martes, 5 de octubre de 2010

La Cenicienta


Y la página oportunamente arrancada venía a aclarar lo que tantas veces sugirió un colega de Bettelheim: que la joven de las cenizas no se había casado con el príncipe por su apostura, ni por su castillo; ni siquiera por lo de azul. Si había accedido a la proposición de matrimonio fue, única y exclusivamente, porque le había devuelto su zapato.


© Mimí Mitsou

lunes, 4 de octubre de 2010

El soldadito de plomo









Junto al fuego, su rostro me pareció aún más hermoso. Claro que ahora ya no podría volver a admirar sus fouettes, ni tampoco esconder mi solitario pie bajo un tutú de fresa. Ella adivinó la preocupación en mis ojos y, entonces, la encontré: soñar. Soñar siempre podría.

© Mimí Mitsou