lunes, 4 de octubre de 2010

El soldadito de plomo









Junto al fuego, su rostro me pareció aún más hermoso. Claro que ahora ya no podría volver a admirar sus fouettes, ni tampoco esconder mi solitario pie bajo un tutú de fresa. Ella adivinó la preocupación en mis ojos y, entonces, la encontré: soñar. Soñar siempre podría.

© Mimí Mitsou

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