Junto al fuego, su rostro me pareció aún más hermoso. Claro que ahora ya no podría volver a admirar sus fouettes, ni tampoco esconder mi solitario pie bajo un tutú de fresa. Ella adivinó la preocupación en mis ojos y, entonces, la encontré: soñar. Soñar siempre podría.
© Mimí Mitsou
No hay comentarios:
Publicar un comentario