Y la página oportunamente arrancada venía a aclarar lo que tantas veces sugirió un colega de Bettelheim: que la joven de las cenizas no se había casado con el príncipe por su apostura, ni por su castillo; ni siquiera por lo de azul. Si había accedido a la proposición de matrimonio fue, única y exclusivamente, porque le había devuelto su zapato.
© Mimí Mitsou
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