Se acordaba aún del lobo cuando entró en casa de su abuelita.
-¡Qué labios tan rojos tienes! -espetó una voz ronca desde la cama.
-Es el reflejo de la caperuza, abuela.
-¡Qué manicura tan roja te has puesto!
-Es el reflejo de la caperuza, abuela.
-Me encanta el color rojo.
-¿Sabes que pensé en ti todo el camino?
© Mimí Mitsou
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